
Desde siempre consideré a la moto militar como un capítulo aparte en la historia de la motocicleta. Me ocurre tambien con el scooter, que aunque, siendo unas motocicletas que desde sus orígenes aportaron su idiosincrasia a este variopinto mundillo de las motos, por su diseño y proyección desde que se presentaron los primeros modelos, han tenido sus acérrimos partidarios y detractores.
La motocicleta militar, como en otras ocasiones he tratado de exponer, tuvo unos inicios muy similares a la aviación militar. A fin de cuentas no fue más que adoptar las nuevas tecnologías al obsceno arte de la guerra. Pero la realidad es que pasados aquellos comienzos en que multitud de patentes e ingenios se presentaron a la evalución de los distintos ejércitos, la motocicleta militar también fue un banco de pruebas perfectamente válido para el desarrollo y evolución de determinados componentes; componentes de los que a fin de cuentas se beneficiaron nuestras motos del dia a dia.
Por su personalidad, la motocicleta militar llama poderosamente la atención de cualquier no iniciado en nuestro mundillo; me atrevo a decir que las que forman parte de las clásicas, son aparatosas, destilan una mezcla de seguridad mecánica y poder, y por supuesto nunca pasan desapercibidas, especialmente para el profano en la materia. Esto es lo que me ocurrió hace más de quince años cuando descubrí en el puerto de Ibiza la máquina que os presentamos. Estaba aparcada en el muelle a la espera de un ferry para no se donde, y a su alrededor en ningún momento faltó algún curioso dandole vueltas. Por supuesto que no tardé en ser uno más de ellos; sólo que al que esto relata, lo que más llamaba la atención era la cantidad de atalajes militares más o menos de su época que en mi opinión axfisiaban a la moto. Aún con todo el conjunto era muy atractivo. Conocí a su feliz propietario, un simpático fotógrafo que me contó una historia muy interesante acerca de su moto, le hicimos unas cuantas fotos y más adelante se las enseñé a mi amigo Ernesto Palmieri.
Ernesto, ante las fotos me confesó que siempre quiso tener una Guzzi igual a aquella; cuando conoció por primera vez una Super Alce era un niño de apenas nueve años. Más o menos me atrevo a relataros confiando en mi memoria lo que me contó.
Al final de la II Guerra Mundial, Ernesto residía con su familia en Castel del Río (cerca de Imola), por aquellos días el frente estuvo paralizado en aquella zona unos cuatro meses, pero en el granero de la masía donde vivían seguía atrincherado un destacamento alemán que quedó aislado. estaban rodeados por las tropas americanas e italianas a muy poca distancia. Sin embargo era muy difícil acometer contra ellos; pues permanecían a una gran altura donde sólo se podía acceder por un estrecho sendero a pie o con mulos. Una mañana un fuerte estrépito le desperto, se acercó a la ventana y descubrió con sorpresa que por la empinada senda subían a gran velocidad unos vehículos, eran las Tropas de Asalto italianas, los aguerridos Bersaglieri; llevaban unos cascos cubiertos de plumas negras y los vehículos eran las Guzzis 500 Alce sin sidecar.
Se pararon en la era de la masía, desenfundaron sus fusiles y atacaron al destacamento alemán. Atrincherados a pocos metros de la casa, dos alemanes se rindieron, los otros dos lucharon hasta el final. Ernesto recordó aquel dia durante mucho tiempo, y desde entonces sintió una admiración especial por las motos de guerra. Con el tiempo descubrió la importancia que estas máquinas tuvieron en la contienda; en especial por sus características de rapidez y accesibilidad a lugares recónditos siempre que las ocasiones las requerían.
Cuando su afición a las motocicletas clásicas le llevó a dedicarse profesionalmente a ellas, descubrió que su restauración era una labor bastante ardua y complicada, puesto que sus características difieren bastante de las motocicletas civiles, y los repuestos generalmente son bastante más difíciles de encontrar. Por ejemplo en sus motores se estudiaba a conciencia su fiabilidad mecánica, algunos de los detalles que los caracterizan consisten en la adopción de dobles rodamientos en la bancada. El cigüeñal y la biela son muy reforzados, suelen llevar dobles retenes en todos los compartimentos del motor, los engranajes del cambio estan sobredimensionados y reforzados, lo mismo ocurre con el embrague; el motor esta totalmente cerrado a toda prueba de filtraciones de agua, y un largo etc. que contempla desde la instalación eléctrica hasta los frenos. Con buena lógica un día revisando su modesta biblioteca, Ernesto pudo descubrir que los precios de las motos militares en origen eran casi el doble que el de los modelos civiles.
Las motos militares no tuvieron nunca un fabricante específico de las mismas, siempre fueron las fábricas civiles las que por las circunstancias que fuesen hubo momentos en que desarrollaron las motocicletas militares.
La motocicleta Alce fabricada por Moto Guzzi, fue un acierto dentro de su segmento, de ella se fabricaron a lo largo de los años diferentes modelos que sólo se diferenciaban por algunas adopciones de nuevas tecnologías, por ejemplo la horquilla delantera… Las primeras unidades de la Alce que entraron en acción lo hicieron en la Guerra que mantuvo Italia con Abisinia, más tarde a nuestro país llegaron bastantes unidades con los ejércitos italianos que apoyaron el alzamiento del General Franco. Y por supuesto hasta que les llegó el relevo de otro modelo legendario, la Falcone, del que nos ocuparemos en otra ocasión, sirvieron eficazmente en la II Guerra Mundial.
Por una placa que luce la moto que ilustra estas líneas, en uno de sus laterales, la motocicleta se fabricó en 1939, y fue una de las primeras unidades, parece ser que la fábrica la obsequió al entonces emblemático Mussolini…, no lo pongo en duda, pero tampoco puedo afirmarlo. Lo que si puedo escribir es que de este modelo se fabricaron nada menos que 7.058 unidades de las cuales 669 fueron equipadas con sidecar.
Su motor horizontal al clásico estilo de las Guzzis de la época, montaba una distribución de válvulas opuestas, y cubicaba 500 cc; tenía una baja relación de compresión de tan sólo 4,7:1, lo que prácticamente la hacía rodar con cualquier tipo de gasolina, y su cambio de cuatro marchas, más la reductora, conseguían lo más impresionante de ésta motocicleta; que no es más que su capacidad de superar desniveles de un 53% a plena carga y equipada con sidecar. Otro detalle a tener en cuenta es la curiosa suspensión trasera montada a base de unos muelles helicoidales, encerrados en una caja debajo del cárter del motor y un sistema de bieletas con amortiguadores de fricción, todo ello de patente Guzzi. De ella también se fabricaron diferentes versiones: monoplaza, biplaza, se adoptaron diferentes relaciones del cambio y algunas variaciones en el cuadro. La motocicleta se mantuvo en producción hasta 1946.