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Revista Motos de Ayer™ | El mundo digital para Motos Clásicas

Montesa Cota 49: La aprendiz de reno

Montesa_Cota

Para esta próxima Navidad, papá Noel recibió una anticipada carta firmada por un niño de diez años. El joven le solicitaba como regalo un animal cariñoso, ágil, rápido y fuerte; a lomos del cual pudiera pasear por el campo. En su texto, tímidamente le insinuaba que ahora que ya estaban domados, uno de sus renos le serviría. Santa Claus, que tiene por costumbre no regalar animalitos vivos, ya sabes, por aquello de los abandonos… tras meditar un rato llegó a la conclusión de que Jorge lo que necesitaba era una motocicleta de campo fabricada a su medida: le llevaría una Montesita Cota 49, como la que él mismo tubo de niño.

El cuento de navidad de la Montesa Cota 49

El problema que le surgió a Papá Noel no era pequeño: tendría que tratar de encontrar a toda velocidad una de estas viejas motos y dejarla en perfecto estado de uso en un tiempo record; por lo que la previsión de Jorge de mandarle la carta con bastante anticipación le vino de maravilla. Tras un rápido contacto con sus buenas amistades, Santa Claus pasó a recoger la motocicleta por la ciudad de las flores, donde un nomo, que era amigo suyo de la infancia, se la regaló encantado por ayudar a tan ilustre personaje. Esta Montesita se encontraba en tal estado general de abandono que Santa, tras llevarla a su taller, no terminaba de decidirse por el tipo de tratamiento que le daría. Como buen artesano juguetero, nuestro improvisado restaurador es un laborioso obrero que admira los trabajos realizados con gusto; donde la calidad de los acabados reciben la importancia adecuada; por lo que sus arraigados principios le condujeron a la conclusión de que si no se introducía en ella a fondo, su autoestima podría quedar dañada… por no hablar de su reputación, decidiendo finalmente aplicarle una restauración profunda y a fondo. Papa Noel sabía que le esperaba un duro trabajo con esta máquina; pero no se dejó amedrentar. 

Antes de iniciar el trabajo, con la intención de no cometer error alguno, maquinó un perfecto plan de trabajo que constaba de tres puntos de obligado cumplimiento: El primero era preservar estrictamente la originalidad del sujeto en cuestión… osease de la moto; pero de repente cayó en la cuenta de que a sus tropecientosmil años de edad, la memoria le fallaba más que el sistema de carga de una Ducati española; por lo que para salir airoso de este entuerto, se procuró la documentación técnica de este modelo, ejercitándose en una “televisión sabia” que tenía en su taller, a la que sus Elfos obreros llamaban “el ordenador”. Como necesitaba ayuda para poder manejarlo, se sirvió de una pequeña Ada que lo introdujo en el mundo de la “enfermática”… o algo así. En poco rato aprendió a preguntarle por escrito a un tal señor “google” por las “páginas Web” que le interesaban. A Santa, toda esta nueva tecnología de “la tele lista que todo lo sabe”, junto con todo el argot de vocablos que le acompañaban, le resultaba difícil de entender; pero no por ello dejaba de valorarlo positivamente, pues la cantidad de información útil para sus intereses que podía extraer de sitios como “todotrial.com” , “moto verde” o “Montesaweb.com” era ilimitada. La segunda parte de su plan, consistía en entrar en contacto con aquellos proveedores que tenían que suministrarle las piezas de recambio que le hacían falta. Para lograrlo ideó la idea de disfrazarse de humano común… con la intención de pasar desapercibido al entrar en un kiosco típico de plazoleta y comprar una revista llamada Motos de Ayer; ya que su amigo el Rey Baltasar le había dicho que en ella encontraría direcciones de vendedores de recambios de Montesa, como Vallmoto o Padilla; amén de las direcciones del especialista en cromados, el proveedor de los radios de las ruedas y otras informaciones de interés. 

Esto de mezclarse entre las personas, que en principio parecía la parte fácil, le dio mas quebraderos de cabeza de los esperados, pues los pantalones y las chaquetas de las humanos comunes le quedaban pequeños y el sastre de los muñecos tubo que fabricarle un traje utilizando la pana que tenían previsto gastar en los chalecos de los trescientos disfraces de pastorcillo, que preveían iban a pedir estas navidades los niños. Una mañana de sábado, mientras releía la revista por enésima vez, centró su mirada en un anuncio que publicitaba la feria de vehículos clásicos de Valencia “Motor Época”. Con la intención de comprar algunas de las piezas desaparecidas de la moto, que todavía no había encontrado; sin pensarlo dos veces, se atavió de nuevo con las ropas adecuadas, montó en su trineo y puso rumbo al salón para acometer sus compras; donde para susto suyo, entre los recambios nuevos que compró, las piezas originales de segunda mano que encontró y un par de libros que le interesaron, le sacaron un buen montón de dinero; pues fuera de sus dominios a Santa le toca pagar como a todo hijo de cristiano. Para completar el plan, la tercera fase tenía como finalidad el coordinar y distribuir el trabajo entre sus hábiles elfos, que se veían lo de la restauración chupado. Cada cual se dedicó al campo profesional que dominaba, aplicando sus conocimientos de jugueteros a la reconstrucción de esta moto, que en realidad tan solo era un poco más grande que las que ellos estaban acostumbrados a fabricar en sus talleres de juguetería. Al poco de comenzar la tarea, surgieron los primeros imprevistos, cuando algunas de las piezas compradas no pertenecían a este modelo y Santa tubo que salir corriendo a cambiarlas. Para aumentar el descontrol, el Elfo mecánico tuvo que volver a abrir el motor por segunda vez: por que el cambio se había bloqueado. El pobre achacaba el fallo a que no estaba hábil en estos viejos motores de gasolina. Ante la lentitud de los procesos de restauración, con el afán de adelantar algo el trabajo, el propio papá Noel desengrasó el bastidor, lo lijó y como buen amante del bricolaje, se encargó personalmente de aplicarle la base de imprimación y posteriormente de pintarlo. ¡Que demonios! si había sido capaz de construir un trineo ¿no iba a poder con una moto pequeñaja?. 
Todos los días, cuando terminaba la jornada de trabajo, tras cenar, Santa se salía al porche de su casa de madera con la intención de relajarse unos minutos. Sentado en su mecedora acariciaba suavemente las tapas del libro de Montesa que había comprado en la feria, a continuación lo abría dirigiéndose directamente a las páginas en las que este hacía referencia a esta pequeña Montesa que le traía de cráneo. 

Le resultaba atractivo ver las fotografías de la Cota y se fijaba en todos sus detalles con precisión, para que la originalidad que pretendía conseguir no se desviase del rumbo adecuado. Tras esto comenzaba e leer pausadamente el texto que acompañaba a estas ilustraciones, emborrachándose de datos; tales como que esta moto fue una creación de Leopoldo Milá con la colaboración de Pedro Pi y que tenía la intención de iniciar a los jóvenes en el ejercicio de trial. Datos que si bien en su juventud jamás le suscitaron el más mínimo interés, ahora llamaban profundamente su atención. Al cabo de un rato, inconscientemente se iba introduciendo en un placentero mundo de recuerdos, en el que se veía de niño, remontando verdes prados a lomos de su Cota 49. Pasaban las semanas y Santa comenzaba a sentir una grave sensación de impaciencia, porque tenía pensado que cuando la moto estuviese terminada, debería pasar unos días hospedado en casa de Jorge, para darle un curso acelerado de manejo de motos de trial. Por lo que haciendo gala de nuevo de sus dotes de organización, había preparado un programa para no entorpecer su trabajo de preparación y reparto de juguetes durante el día oficial de la entrega. Pensaba santa que lo mejor sería realizar la entrega de la moto unas semanas antes de la fecha… llamémosle “legal”. Así podría poner en práctica su plan… si los padres de Jorge: Maria José y Sergio daban su consentimiento, claro está.

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