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Moto Guzzi 65: El icono de dos épocas

Moto Guzzi 65

Debo confesar que la Guzzi 65, o el Guzzino como gustaba llamarle mi amigo Ernesto Palmieri, hace algunos años que dejó de interesarme como tema para dedicarle un artículo. Creo que desde que comenzamos a ocuparnos en nuestro país en las motocicletas de hace unas cuantas décadas, posiblemente la Guzzi 65 haya sido durante lo que podríamos llamar, el inicio de la afición a las clásicas, la que más interés acaparó en aquellos años. En consecuencia, estoy seguro de que todos los que nos dedicamos a escribir sobre este tema, en algún momento, la Guzzi 65 ha sido protagonista de alguna de nuestras páginas.

La historia que dio origen a estas líneas, comenzó hace unos meses y sucedió así: estaba charlando en el taller de mi compañero Paco acerca de nuestro último viaje con las Impalas, cuando de repente vine a reparar en una Guzzi 65 que estaba a medio desmontar. La curiosidad me hizo preguntar si era suya, a lo que me respondió que era de un amigo que se había empeñado en que se la reconstruyese él.

Sinceramente me sorprendió que a estas alturas, en que la tendencia del aficionado a las clásicas camina por senderos de muy diferente criterio, alguién estuviese dispuesto a dejarse unos buenos euros en el proyecto de una Guzzi 65. No comenté nada más acerca del Guzzino y pensé que, una vez más se repetía aquello de “hay cosas del corazón, que no entiende la razón”. A fin de cuentas en esa frase se resume una buena parte de la filosofía de nuestra afición.

Poco después, comencé a ver los avances del trabajo de Paco y creció mi interés por él. Lo cierto es que estaba siguiendo un criterio de restauración que personalmente considero el más correcto y quizás ese detalle influyese en que me decidiese a dedicarle unas líneas.

Las Guzzis 65 en nuestro país fueron las pioneras de muchas colecciones, y la verdad es que reunían las condiciones ideales para serlo. En primer lugar eran las que más abundaban por toda nuestra geografía, su mecánica es de una gran sencillez, la parte ciclo se resume en lo estrictamente necesario; un dato a tener en cuenta es que al principio de aquellas restauraciones, existía cantidad de material en muchos antiguos concesionarios y tiendas de repuesto; A ello debemos añadir que casi todos los motoristas que ya peinaban canas y muchos de los que se sentían atraidos por esta afición, habían tenido alguna relación con la Guzzi 65. Y además, a todo esto sumaremos el duende que posee esta pequeña motocicleta, que de por sí aunque algo desgarbada por sus enormes ruedas, posee un encanto muy personal. En la Guzzi 65, su estética tiene un regusto de clasicismo, más propio de las motocicletas de una década anterior a la fecha de su fabricación. Indudablemente con la Guzzi 65, estamos ante la máquina ideal para iniciarnos en las artes del culto a las motos de ayer. A favor de la Guzzi también estaba la gran cantidad fabricada de las mismas, su precio económico, y como mencioné la facilidad de reconstrucción…, todo ello influyó para que en aquellas primeras reuniones de principios de los noventa, la presencia de las “Langostinos” estuviese garantizada con varios ejemplares, incluso acaparase en más de una ocasión el “premio a la mejor restauración”.

La Guzzi 65 fue un ícono de aquellos años de alpargata, sandalia, y el zapato sólo para la misa del domingo y el baile; del pluriempleo, y de las largas jornadas de doce horas por aquello de hacer unas horas extras, e ir un poco más desahogado…, de viajar en los estribos del tranvía y llevar de casa el bocadillo del almuerzo envuelto en papel de periódico. Recuerdo que por las fechas en que nuestro Guzzino triunfaba tanto en la ciudad como en el medio rural, las barberías solían abrir los domingos por la mañana para atender a su clientela. Aunque los que estaban en la otra acera de la calle, quizá no reparasen ni en la Guzzi ni en aquellas pinceladas que mostraban una dura realidad social.

Todo avanza y como he comentado en más de una ocasión, nuestra afición a las mecánicas de antaño no está exenta de las modas. Al igual que en aquellas primeras excursiones de automóviles antiguos que se celebraron en España era frecuente encontrarnos con el mítico Ford T, el Citroen 5 CV, algún Peugeot Bebe, Austín Seven y otros de la misma época; en muchos casos restaurados sólo para garantizar su funcionamiento, y la mayoría de veces con un criterio muy personal. En las motocicletas hubo un tiempo en que como mencioné la estrella que más brillaba era la Guzzi 65. Actualmente y por el mismo efecto que ocurre con el automóvil, es difícil verla en una excursión de clásicas. El motivo no es que haya caido en el olvido, ni mucho menos, el motivo no es más que sus escasas prestaciones no le permiten seguir el ritmo de motocicletas más potentes que son las que priman en las actuales concentraciones. Aunque dormitando en el garaje, siga siendo el ícono de las motos que se ganaron una segunda vida.

El éxito de las pequeñas Guzzis en España, tuvo una trayectoria similar a la que se desarrolló en su país de origen, o explicándolo un poco: cuando se puso a la venta, no tardó en ser superior la demanda a la capacidad de producción. Sólo que en España fue unos años más tarde; durante los años que estuvieron en producción, se llegaron a construir, o más bien a vender, puesto que desde 1948-49 en que se ponen a la venta las primeras unidades traidas de Italia, a 1963 en que se montan los últimos ejemplares en nuestro país, decenas de miles de Guzzis 65, que motorizaron a nuestra depauperada España de ese periodo de tiempo. Claro está que la Guzzi 65 significó en aquellos años el mayor exponente del transporte privado, del que no tardó en coger el relevo la Vespa. No quiero repetir una vez más lo que tantas veces se ha escrito acerca de este pequeño velomotor, que para los que vivieron aquella época significó una moto de verdad; segura, fiable, económica tanto de compra como de consumo, de muy reducidas prestaciones, sí es cierto, pero capaz de llegar a todas partes con una seguridad mecánica muy superior a otras motocicletas más aparentes, con más potencia y más caras. Si se rompía algo en la Guzzi…, pués como en el 2 CV, seguro que con cualquier alambre se resolvía el problema hasta llegar a casa. No debemos olvidar que una de las características que contribuyeron al éxito de este velomotor, fue precisamente eso, su versatilidad y economía, pero especialmente ser el producto ideal en un determinado momento.

De las bondades del modelo, como escribí anteriormente se han llenado muchas páginas, he incluso escrito algunos libros cuyo reconstruidos de la moto o contenido a fin de cuentas, siempre viene a ser más de lo mismo; incluso el que esto escribe, por el año 96 del pasado siglo también publicó unas cuartillas acerca del Guzzino. Así supuesto siempre que ha sido que si algún lector desea una información más amplia de esta pequeña moto, de entre todo lo que he leido acerca del modelo, me atrevo a recomendarle el libro -Moto Guzzi Hispania, las cinco magníficas- cuyo autor Mauricio Gaudenci, también dispone de repuesto de las Guzzis. Y me apresuro en aclarar que esta recomendación es siguiendo mi criterio personal de orientar al lector novel, que no hay en ella ningua publicidad encubierta.

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